El caso
Yasuní-ITT se ha constituido en el nuevo culebrón que acapara el interés de la
prensa corporativa privada conservadora y pública socialista, incluidos
obviamente los sectores políticos, económicos y sociales representados por
aquel par de grupos mediáticos. Y es que desde el día en que el presidente
ecuatoriano Rafael Correa, declaró oficialmente su interés de explotar el
petróleo en uno de los rincones del Parque Yasuní que no había sido aún
depredado por la prospección y explotación petrolera, esto es el sector
Ishpingo, Tambococha, Tiputini, más conocido como “ITT”, desde ese mismo
instante aquel asunto acaparó los titulares de los medios impresos, radiales y
televisivos.
Debo mencionar
que casi nunca reviso los medios de comunicación corporativos, conservadores y
socialistas, salvo cuando excepcionalmente enciendo la caja de tontos para
chequear que nueva información generalmente subjetiva, engañosa y sectaria se difunde
a la sociedad ecuatoriana. De esa manera, me enteré de la decisión de Rafael
Correa, de dar por tierra su “ambicioso proyecto”, es decir, su negativa de dejar
el petróleo en el subsuelo de aquel paraíso natural de la Amazonía Ecuatoriana;
así como también, de las consecuencias, unas más folclóricas que otras, que dicha
decisión ha generado en el ambiente político y mediático tradicional; es decir,
el escenario donde conviven los políticos profesionales de la antigua y nueva partidocracia, conjuntamente con los
locutores y editorialistas de los medios corporativos públicos y privados que por
cierto, monopolizan la Opinión Pública Nacional.
Pero, ¿qué es la Opinión Pública?; generalmente se la entiende como el sentir o estimación en que coincide la gran mayoría de las personas acerca de asuntos determinados; es decir, la tendencia colectiva que normalmente se repite en la masa social. Siendo por lo tanto la Opinión Pública un concepto basado en la comunidad de apreciaciones respecto de un tema en una sociedad, y estando dichas apreciaciones sujetas a multitud de factores que pueden influir decididamente en la mente de colectivo social, entonces podemos concluir que la Opinión Pública no necesariamente representa una tendencia positiva, veraz, objetiva, sensata, racional y justa, sino, en muchas ocasiones todo lo contrario.
Pero, ¿qué es la Opinión Pública?; generalmente se la entiende como el sentir o estimación en que coincide la gran mayoría de las personas acerca de asuntos determinados; es decir, la tendencia colectiva que normalmente se repite en la masa social. Siendo por lo tanto la Opinión Pública un concepto basado en la comunidad de apreciaciones respecto de un tema en una sociedad, y estando dichas apreciaciones sujetas a multitud de factores que pueden influir decididamente en la mente de colectivo social, entonces podemos concluir que la Opinión Pública no necesariamente representa una tendencia positiva, veraz, objetiva, sensata, racional y justa, sino, en muchas ocasiones todo lo contrario.
Pues bien, luego de mirar por aquí y
allá unos cuantos noticieros de la televisión ecuatoriana en los que
irresponsablemente se trataba el tema Yasuní-ITT, no fue difícil notar la
palmaria carencia de ética de la mayoría de negocios de la comunicación,
quienes a través de sus locutores oficiales intentaban e intentan, con relativo
éxito, ciertamente, dirigir la opinión pública, a favor, ora de quienes
consideran se debería extraer el petróleo del Yasuní a cualquier precio, ora de
aquellos grupos seudo ecologistas que se presentan radicalmente en contra dicha
explotación. Una vez más la prensa corporativa, pública o privada, tan dada a
calificarse de “libre e independiente”, da muestras patentes de servilismo y
dependencia en favor de intereses políticos y económicos de grupo.
Dado que la
mayoría de medios corporativos, por no decir todos, han adoptado una posición a
favor o en contra de la tesis del Gobierno de Correa en lo referente al
petróleo del Yasuní; aquellas posiciones se han visto reforzadas y evidenciadas
por los comentarios, opiniones, críticas y diatribas de los “actores políticos,
analistas y editorialistas” que de lunes a domingo desfilan en dichos medios.
Naturalmente, cada negocio de la comunicación, invita a personajes vinculados
con la línea editorial del medio. De ahí que en una entrevista desarrollada en
un medio claramente conservador difícilmente se verá a un personaje que
defienda los intereses del socialismo del siglo 21; e igualmente en un medio
servil a los intereses del socialismo del siglo 21, difícilmente se observará a
un seguidor del conservadurismo mercantilista. Obviamente aquellas personas,
inteligentes y decentes, que tienen su propia opinión sobre este tema en
particular o cualquier asunto en general, jamás son invitadas a expresar sus
ideas, es decir, son generalmente censuradas, tanto por la prensa servil a los
intereses del socialismo del siglo 21, como por la arcaica prensa
conservadora.
En esta
suerte de parcialidad, dependencia e intereses creados se ha dado un fenómeno
bastante pintoresco en quienes tienen casi esclavizada y monopolizada a la
Opinión Pública, es decir, socialistas del siglo 21 y conservadores. Me explico;
los conservadores cuyos intereses están vinculados con el capitalismo
financiero, el mercantilismo y la explotación codiciosa de los recursos
naturales, increíblemente han reemplazado su tradicional discurso por uno
completamente diferente, nada más y nada menos que han adoptado la bandera del
ecologismo radical, de ahí que resulte un
tanto sorpresivo, verlos en los medios de comunicación conservadores clamando
histriónicamente en favor de la ecología, la naturaleza, y en el caso
particular, por la no explotación del petróleo en el sector Ishpingo,
Tambococha, Tiputini. Irónicamente, los mismos que en el pasado defendían los
intereses de trasnacionales petroleras que han causado terribles desastres
ecológicos y humanos en el Ecuador, y que hoy callan respecto de ese oprobioso
pasado, actualmente se visten con el uniforme del radicalismo ecológico. Lo
mismo sucede en el otro bando, los ecologistas del socialismo del siglo 21 que
años atrás vociferaban a favor de la Pachamama, criticaban el imperialismo
brutal de las trasnacionales petroleras, se declaraban amantes del uso de
energías no contaminantes, se auto-proclaman
hijos de la Diosa Naturaleza, mas, después de casi 6 años de engañosas propagandas
y promociones ecológicas, que le costaron mucho dinero al Ecuador, recurriendo
al discurso demagógico, nos afirman que la explotación petrolera no
necesariamente es contaminante, si se utilizan tecnologías de última
generación. Prácticamente nos dicen que creamos en el sofisma de que cuando la
explotación petrolera se desarrolla en gobiernos del socialismo del siglo 21,
por arcanos imposibles de entender si no eres iniciado en los dogmas del
socialismo del siglo 21, simplemente no hay contaminación petrolera; y punto.
Como ya
mencioné, dos grupos claramente definidos, ora los ortodoxos, la vieja partidocracia,
ora los progres, la nueva partidocracia, monopolizan con sus opiniones los
diferentes medios de comunicación de señal nacional y regional. Por esta razón
el debate público se circunscribe exclusivamente a la agenda particular que
estos dos grandes grupos imponen. Por este motivo, el debate respecto de la
depredación y contaminación causada a la Naturaleza, así como también el
histórico saqueo de los recursos naturales causados por años y años, y el
posterior despilfarro de los recursos económicos generados, ha quedado
subordinado, frente a los pleitos políticos entre los grupos que defienden al
Gobierno de Rafael Correa con sus derivaciones y los grupos que se oponen al
Gobierno del socialismo del siglo 21.
Debo ser
sincero en señalar que hasta hace unos días en que empecé a buscar información
sobre el Parque Yasuní y el dilema de la extracción petrolera, tenía una idea,
que luego de acceder a la verdad, debo reconocer era equivocada. Y es que, yo
me imaginaba que el proyecto Yasuní-ITT abarcaba todo el Parque Yasuní en su
totalidad, pero resulta que no era así, sino que, este se limitaba
exclusivamente a una zona del parque, pues, el Estado Ecuatoriano ya estaba
explotando yacimientos petroleros dentro del Yasuní. La verdad era que el proyecto del
socialismo del siglo 21, promocionaba, exclusivamente, la no explotación del
bloque conocido como ITT. Esta verdad me llamó a cuestionar: ¿por qué ningún
político de la oposición, así como también ningún editorialista o locutor de
honorarios dorados había denunciado a través de su pluma, o de su micrófono la
verdad del Yasuní a la sociedad ecuatoriana?, ¿por qué ninguno de los políticos
que hoy sorpresivamente se rasgan las vestiduras a favor del bloque ITT, o los
locutores que se jactan de “libres e independientes” no denunciaron que habían
pozos petroleros en producción en varias zonas del Parque intangible Yasuní?
Veamos, por
un lado tenemos a los socialistas del siglo 21 que proclaman un ambiguo
pragmatismo humanista, es decir, no importa depredar si esos recursos
supuestamente se van a usar para elevar la calidad de vida de los más pobres;
claro que ese es solo el sofisma, pues, la sociedad se olvida que el Gobierno
de Correa ha tenido en el transcurso de 6 años más de $100.000.000.00 de
dólares con los cuales no ha podido solucionar los problemas de pobreza,
desempleo e ignorancia de la sociedad ecuatoriana. Si con $100.000.000.00 los
socialistas del siglo 21 no han podido erradicar la pobreza, menos lo harán con
los $18.000.000.00 que supuestamente se obtendrá del bloque ITT. Por otro lado
están los conservadores tradicionalistas que gobernaron el Ecuador hasta la
llegada de los socialistas bolivarianos, que en cambio profesan un
maquiavelismo mercantil y sectario, que tiranizó la Nación Ecuatoriana desde su
creación misma, por allá por 1830; éstos, son los dos grupos que controlan los
medios de comunicación, que influyen en la mayoría de la sociedad, que deciden
que es verdad y que es mentira, que
promocionan a unos e ignoran a otros, que dirigen e imponen la Opinión Pública.
Pero, ¿y qué
pasa con la sociedad en su generalidad? ¿Acaso los ecuatorianos no tienen
necesidad de ejercer su derecho a expresar sus opiniones de manera directa,
responsable, libre y voluntaria? ¿Será que la sociedad ecuatoriana se
acostumbró a escuchar y aceptar dócilmente las opiniones de los “dueños de la
verdad”? ¿Será que el pueblo ecuatoriano es incapaz de pensar por sí mismo, y
por eso necesita que los seudo analistas les den interpretando y traduciendo la
realidad? ¿Será que los medios públicos y privados le han negado ese derecho?
¿Será que los entes mediáticos son meros departamentos de publicidad y
propaganda de las corporaciones económicas?
Alguien
alguna vez dijo: “quien controla los medios controla la cultura”. Esta
sentencia explicaría, por qué, la sociedad ecuatoriana en su generalidad, salvo
casos honrosamente excepcionales, carece de la Cultura del Respeto a la
Naturaleza. Porque si existiese la Cultura del Respeto a la Naturaleza, no se
habrían dado los terribles daños ecológicos en el oriente ecuatoriano
ocasionados por la corrupción de políticos o burócratas públicos y la codicia
de las trasnacionales petroleras. Porque Cultura implica Conocimiento, Justicia,
Conciencia, Libertad y Verdad, valores que son propios de sociedad
desarrolladas. Porque un Pueblo Culto comenta y expresa sus opiniones, y no
necesita de locutores y traductores de honorarios dorados que le presenten una
percepción engañosa y mentirosa de la realidad. Con una sociedad que respete la
Naturaleza no habría ningún dilema en torno al Yasuní. Porque con un Pueblo Culto,
no habrían políticos y locutores, intentando manipular a la sociedad con
debates ilusos respecto de: “¿qué fue primero, el huevo o la gallina?”
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