El día de ayer, 15 de agosto del 2013, a eso de las 8 de la noche, el presidente ecuatoriano Rafael Correa, a través de una cadena nacional de televisión exponía sus razones, según las cuales el proyecto Yasuní – ITT (Ishpingo, Tambococha, Tipitutini), había fracasado.
Fiel a su
estilo ampuloso y melodramático, Correa culpó a todos por la imposibilidad de
recaudar los alrededor de $7.200.000.000 que supuestamente servirían para impedir
que el bosque selvático del Parque Nacional sea hollado por la explotación
petrolera. Enseguida,
justificó la explotación petrolera en el Yasuní con el cuento de que aquellos
dineros que ya no eran los $7.200.000.000, iniciales, sino, $18.000.000.000.000,
servirían para acabar con los problemas tercermundistas del Ecuador.
Luego,
conocedor de su influjo en la Asamblea, pues su partido tiene mayoría, tácitamente
ordenó a los asambleístas de Alianza País, para que comenzaran los trámites
legales y burocráticos a efectos de iniciar lo más rápido posible con el
históricamente señalada plan B, es decir la explotación del petróleo enterrado
en el parque Nacional Yasuní. Finalmente,
arremetió con la consabida verborrea virulenta contra todos aquellos, que por
las razones que fueran, cuestionaran su decisión, tachándolos con términos ofensivos,
infamantes e injuriosos.
Ahora bien,
respecto de este asunto quisiera señalar las siguientes cuestiones, reflexiones
y pensamientos.
Inicio diciendo
que si analizamos objetivamente el cuento chino “Yasuní – ITT” que nos vendió
Correa y sus sátrapas seudo ecologistas llegaremos a la conclusión de que la
suerte del Parque Nacional estuvo echada desde un principio, y es que como se
recordará cuando Correa planteó la posibilidad de no explotar los yacimientos petroleros
en el Yasuní, concomitantemente impuso el ominoso plan B, es decir, la
extracción de aquel petróleo. De manera que el plan B se constituyó en una
especie de espada de Damocles que pendía sobre la reserva ecológica ecuatoriana,
una suerte de chantaje vil, es decir, o “me dan los $7.200.000.000, o la
reserva natural marcha”. Vaya manera de negociar.
Un aspecto
que en principio resulta incomprensible es, por qué Correa planteó un proyecto
en el que realmente no creía, es decir, para que emprender en un proyecto de
protección ambiental, cuando está por demás claro que las prioridades para
Correa y sus socialistas del siglo 21 son completamente contrarias a cualquier
forma de respeto a los ecosistemas nativos. Sin embargo, la explicación es muy
simple, todo pasa por aparentar lo que no se es, es decir aparecer como
ecologista cuando en realidad se es un humanista absolutista. Con el discurso a
favor del Yasuní, Correa se ganó las simpatías de buen número de ecuatorianos
que vieron en la protección de aquel rincón nativo, único en el mundo, una
causa justa. Podríamos resumir el asunto con una expresión muy común en los
políticos profesionales: demagogia.
Analicemos las
excusas vinculadas con el aspecto social y económico. Se dice que los
7.200.000.000 que como mencioné ya no son tales, sino que ahora resultan ser
18.000.000.000, servirán para acabar con todos los problemas de salud, educación,
empleo y vivienda de los ecuatorianos. Pero, los antecedentes nos dicen que desde
que se empezó a explorar, producir y exportar petróleo, aquel recurso no ha
servido para solucionar los problemas más acuciantes de la mayoría de los
ecuatorianos. El gobierno de Correa durante 6 años, gracias al aumento de las
tarifas del barril de petróleo, ha contado con ingresos que los gobiernos
populistas y conservadores del pasado jamás soñaron, y sin embargo, la realidad
del país, para los pobres e indigentes no ha variado mayormente, la principal prueba
de aquello, es el creciente monto de los recursos económicos del “bono de la
miseria” que se entrega a muchos
ecuatorianos. Mientras los socialistas del siglo 21 hablan de una supuesta
reactivación económica, los beneficiarios del “bono de la miseria” se
incrementan. Mientras el discurso de los socialistas del siglo 21 dice una cosa
la realidad y las evidencias demuestran otra. Por lo mismo por qué deberíamos
creer que efectivamente los, $7.200.000.000, o 18.000.000.000 serán usados para
generar empleo, prosperidad y bienestar, y de esa manera reducir a niveles
marginales el número de beneficiarios del “bono de la miseria”. Podemos creer
en un personaje que durante 6 años nos vendió el cuento del Yasuní, para luego,
con explicaciones propias de un político ortodoxo, hacer todo lo contrario. No
creo que se pueda confiar en “patriotas” de ese calibre.
Según datos
históricos, el Parque Yasuní fue considerado reserva natural desde 1979. Desde
ese entonces, los seguidores del conservadurismo mercantil vieron con codicia los recursos petroleros
asentados en aquella zona de riqueza ecológica inconmensurable, pero, ninguno
de los gobiernos conservadores se atrevió a considerar la posibilidad de
explotar en aquellos lugares sagrados, pero eso cambió cuando asumieron el
poder los seguidores del socialismo del siglo 21. Increíblemente, Correa y sus
socialistas del siglo 21 han conseguido hacer lo que los conservadores mercantilistas
jamás osaron, explotar los recursos petroleros del Yasuní.
Se dice que
actualmente las técnicas petroleras impiden que el daño ecológico sea agresivo
y brutal como en tiempos de la Chevron-Texaco. Pero, aquellas declaraciones
interesadas, chocan con la verdad del caso Golfo de México y la Brithish
Petroleum, verdadera catástrofe ecológica. Se dirá que las circunstancias son
diferentes, nos dirán que se va a nombrar comisiones y veedores que vigilen que
no se cometan abusos, pero, lo cierto es que no existe explotación de petróleo sin
polución, es decir, la explotación petrolera por definición, es contaminante, y
quien asevera lo contrario es simplemente un grandísimo mentiroso.
De manera
graciosa Correa señala que la verdadera contaminación no pasa por la exploración,
explotación y producción petrolera sino por la industrialización y uso diario
que se hace de los derivados de los combustibles fósiles, es decir a través de
las emisiones de los gases tóxicos generados por la combustión de los derivados
petroleros. Pero, ¿aquella explicación no es acaso una razón más para mantener el
petróleo bajo tierra?
Sin duda que
para justificar la explotación petrolera en el parque ecológico se vendrá una campaña infamante y feroz contra
todos aquellas personas que se atrevan a opinar a favor de la protección de la
Reserva Natural Yasuní. Los medios públicos y privados afines al régimen del
Gobierno de Rafael Correa iniciarán una campaña publicitaria de desprestigio en
contra de todos aquellos que tengan la audacia de criticar el humanismo
desquiciado de los socialistas del siglo 21; los medios pro-Alianza País, e
incluso los medios conservadores, que están de acuerdo con la explotación del
Yasuní adularán incansablemente la decisión de Correa en tanto censurarán,
ignorarán o atacarán las opiniones de aquellos que consideran debe priorizarse
la riqueza ecológica antes que la explotación petrolera.
Recuerdo que
hace 6 años, en un canal de televisión vinculado con los intereses de la
partidocracia conservadora de la época, un locutor mediocre y servil,
refiriéndose al dilema que ofrecía el petróleo del Yasuní, expresó la siguiente
frase disparatada: “si para explotar el petróleo del Yasuní, hay que matar a
los pajaritos, pues entonces, hay que matarlos”. Aquel locutor miserable,
argüía que todos esos recursos servirían para sacar al Ecuador del tercer mundo
y llevarlo al nivel de los países desarrollados; es decir, las típicas explicaciones
engañosas del conservadurismo mercantilista. El problema es que la historia nos
ha demostrado que luego de la extracción contaminante, al final, ni progreso ni
ecosistema, pero, sí polución. Tristemente en el Ecuador del siglo 21, siguen
sucediendo las mismas cosas que ocurrían en el siglo 19 y en el 20, es decir,
en el Ecuador todo está en venta, solo es cuestión de poner un precio. El caso
Yasuní-ITT así lo demuestra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario