Vivimos en un planeta que no acabamos de entender debido a
nuestra humilde condición de simples seres humanos. Nos jactamos de estar a la
cabeza de la escala animal solamente porque tenemos la capacidad de depredar
los ecosistemas nativos con absoluta impunidad y desgraciada insensibilidad.
Hemos creados contratos sociales a través de los cuales hemos limitado,
restringido, y perseguido a la Libertad, la Justicia y la Verdad. Matamos a los
hombres que a lo largo de la historia humana han predicado la paz y la
fraternidad y luego comercializamos y usamos su reputación y enseñanzas de manera demagógica para
manipular a las masas ignaras ansiosas de ser entretenidas con circo político
barato. Los justos son ignorados, demonizados, perseguidos, o algo peor;
mientras los amorales escalan peldaños en la infame escalera del poder mundano.
Vivimos épocas oscurantistas donde el consumismo prevalece,
el esnobismo se reproduce, el patrioterismo se idolatra, el mercantilismo se
impone y el fascismo triunfa. La gente honrada no consigue trabajo, mientras los viles
rastreros son contratados inmediatamente, porque los negocios no desean contar
con una nómina de gente decente sino con crápulas dispuestos a encubrir y
alcahuetear. El servilismo se ha elevado a niveles de virtud y la lealtad
simplemente es un principio casi extinto.
Internet que en principio aparecía como la luz al final del
túnel, ha terminado constituyéndose, salvo muy honrosas
excepciones, en una herramienta proterva del sistema imperante.
Y si embargo, en ocasiones en momentos de desvarío, me
cuestiono a mí mismo: ¿tal vez, estoy exigiendo demasiado a la raza humana?
Quizá, posiblemente sí. Es decir, miren la historia de la humanidad, saturada
de violencia y genocidios. Observen a los referentes de la sociedad, ¿acaso en
su mayoría, no son psicópatas enloquecidos por el poder? ¿Alguien alguna vez
escuchó hablar de Juanita Merlo Flores, una mujer honrada, honesta y trabajadora que a
pesar de vivir en un medio hostil, a fuerza de tenacidad, esfuerzo y trabajo sacó
adelante a sus hijos? Seguramente nadie, y eso porque la gente honrada no es
popular. Y no es popular porque ser honrado, en un mundo donde la corrupción es
considerada el aceite del sistema económico y social, no es "recomendable".
Vivimos en sociedades donde a lo bueno se le dice malo, y a lo
malo se lo califica de bueno. Aunque en una misma sociedad, dependiendo de los
intereses de unos y otros, lo bueno puede mutar a malo y viceversa, de un
minuto a otro, siempre en función de los apetitos sectarios de la jorga
oligarca y a las piaras astutas y mediocres.
Deambulamos bajo el imperio totalitario de la
subjetividad. Las apreciaciones de un mismo fenómeno se muestran de variopintas
maneras dependiendo de la calidad moral, inmoral o amoral del sujeto que relata
los hechos. Los que proclaman la libertad y la independencia públicamente, en
la práctica son los más desvergonzados esclavos y dependientes de poderes
fácticos. Los que dicen defender la democracia, en las oscuridades fangosas,
cobardemente, consolidan gobiernos tiránicos. Sí efectivamente, vivimos en un
mundo de humo y espejos, donde la falsa realidad cantada por los medios
públicos o privados está salpicada por el espectro de los intereses creados. Convivimos
en un mundo donde la mayoría se acostumbró a pastar, unos en los potreros
abundantes, y otros en los desiertos de hambruna y miseria. Sin duda un orbe
complicado, éste, donde lo subjetivo tiraniza.
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