A propósito
del enfrentamiento entre el Gobierno del presidente ecuatoriano Rafael Correa y
la prensa corporativa conservadora, pleito que por cierto demuestra una realidad
social que avergüenza a la sociedad ecuatoriana, surgen sin embargo, una serie
de verdades que merecen ser consideradas y analizadas; entre éstas, por ejemplo,
la paradoja de la prensa corporativa libre e independiente.
Desde
siempre nos han vendido la idea de que la prensa corporativa es el quinto poder
del Estado, por su influencia, en especial en la Opinión Pública, pretendiendo racionalizar
la idea de que la prensa corporativa debe inmiscuirse en la propia gestión del
Estado. Los “dueños de la verdad” nos han impuesto el cuento de que sin prensa libre
no existe democracia; pero, realmente existe la “prensa libre”, y ¿debe ésta,
intervenir como un actor político, o peor todavía al servicio de un sector
político, ora vinculado con el gobierno de turno, ora con la oposición política?
Si partimos
de los principios de libertad, independencia, objetividad e imparcialidad, y
los comparamos con la realidad de las direcciones y tendencias editoriales de
las corporaciones vinculadas con el negocio del entretenimiento y la
comunicación pública, nos daremos cuenta que existe una evidente contradicción
entre los principios que se predican y la práctica real.
La prensa
corporativa es un negocio, y por lo mismo, el objetivo principal de esta
organización es el lucro económico o la rentabilidad, y es obvio que así sea,
pues de lo contrario, no podría mantenerse operando. Esta verdad incuestionable
cuestiona y socaba los principios de libertad, independencia, objetiva e imparcialidad.
Si a esta certeza añadimos los intereses creados, el sectarismo, y demás
características propias de grupos humanos enviciados con la opulencia y el
poder, entonces, cualquier posibilidad de virtud es simplemente eclipsada por
una condición humana paupérrima.
La prensa
libre e independiente es un supuesto virtuoso, solo existe en la idea. Las corporaciones
vinculadas con la comunicación social y el entretenimiento son meras instituciones
dirigidas por seres humanos; y por lo mismo, el uso que se les dé a esos entes
dependerá de la calidad moral de los dueños y directores de esas organizaciones.
Se puede decir que la ética editorial de un medio de comunicación ora público
ora privado es directamente proporcional a la moral de los dueños o administradores
de dicha empresa. Pero incluso, en el caso de que los dueños o gerentes del
medio sean honrados y dirijan la empresa mediática éticamente, no podrán
librarse de las condiciones de subjetividad y relatividad que limitan las
acciones humanas.
Por lo mismo,
hablar de prensa libre e independiente, es una utopía, y más que una utopía un
mito que se cae a pedazos por la propia práctica desvergonzada desarrollada por
la gran mayoría de negocios de la comunicación dispuestos a vender generalmente
información tergiversada, mentiras, o verdades a medias con tal de manipular a
la Opinión Pública, o con el mercantil interés de ofrecer basura y de esa
manera obtener los favores y la atención de una sociedad moral e
intelectualmente estacionada en un charco de ignorancia, estolidez y laxitud.