Hoy en la
madrugada murió mi perro, mi amigo, mi compañero. Nos encontramos hace 11 años.
Yo deambulaba por el mercado de la ciudad, sin rumbo, solo vagabundeando, quizá
buscándolo sentido a esta puta vida; entonces, por un corredor, lo encontré,
ahí estaba, un pequeño cachorro, negro azabache. Lo habían colocado en el
suelo, pero, apenas podía conservar el equilibrio; sus pequeñas patitas
delanteras no le obedecían, se le doblaban hacia los lados haciendo que se vaya
de bruces; pero, poniendo fuerza y coraje el pequeño campeón lograba levantarse
sosteniéndose de sus muñecas.
Me acerqué y
le pregunté a la vendedora que le sucedía al cachorro. Ella me dijo que no lo
sabía; y entonces, sin más me dijo, “si quiere lléveselo”. No sé qué, pero,
había algo en ese pequeño animalito, que lo hacía especial. Lo tomé del suelo,
tan pequeño como era. A simple vista se notaba que había sido separado de su
madre demasiado temprano; tampoco era difícil notar que se hallaba raquítico.
Lo llevé a
casa. En los días siguientes lo desparasité, lo llevé al veterinario,
básicamente para consultar el problema que tenía con sus patitas delanteras. El
diagnóstico fue deficiencias de calcio, fruto de la mala alimentación que la
madre del cachorro había recibido, pero adicionalmente el pequeño canito había
sido destetado anticipadamente. Con la alimentación adecuada y la paciencia del
caso el pequeño cachorro fue poco a poco superando sus taras al andar, sus
patas delanteras y traseras se pusieron fuertes hasta que finalmente fue capaz
de ponerse en pie y correr libremente, convirtiéndose con el tiempo en un
pastor de alrededor de 30 kg.
Con
dedicatoria, a una perrita que tenía entonces, a la que llamé Ramona, decidí
ponerle al cachorro el nombre de Ramón. Y así empezó la historia de: Ramona,
Ramón y Yo.
Recuerdo, la
ocasión cuando Ramón, por entonces un cachorro de 3 meses me dio haciendo
pedazos un billete de 20 dólares, en aquel entonces con un poder adquisitivo
comparable al de 100 en la actualidad; o la que vez que lo encontré desbaratando
un par de zapatos que apenas tenía una semana de empezar a usar. Pero cómo
enojarme con ese hermoso oso negro. Cuántas veces trepamos montañas y cuántas
veces hicimos deporte: Ramona, Ramón y Yo.
Pero, la
existencia tiene sus inexorables mandatos injustos, crueles, incomprensibles.
El hado nos quita lo poco hermoso que llegamos a tener en contraposición con la
marea de porquería que nos arroja a borbotones y con la que tenemos que lidiar
a diario.
Hace dos
años se fue mi Ramona, y hoy se fue mi Ramón. Me siento triste, pero también,
confundido. En momentos como estos me siento como un ser a merced de fuerzas
violentas, irracionales e insensibles. Mirar a un animalito al que criaste
desde pequeño, que te dio lealtad, cariño y que te hizo reír con sus travesuras
y juegos, sufriendo por una maldita enfermedad sobre la que no puedes hacer
nada, te hace sentir, que el ser humano no es nada.
Lo cierto es
que el ciclo natural es una mierda; lo cierto es que el orden natural de las
cosas es una mierda. Lo cierto es que las reglas de esta existencia son
infames, injustas y dolorosas.
No sé qué
pensar, no sé qué decir, solo sé que mi amigo ya no está más conmigo.
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